La agonía del Eros by Byung-Chul Han

La agonía del Eros by Byung-Chul Han

autor:Byung-Chul Han [Han, Byung-Chul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T00:00:00+00:00


La vida cotidiana consta de discontinuidades. La experiencia erótica abre el acceso a la «continuidad del ser», «lo único que establecería la muerte definitiva de los seres discontinuos»[39].

En una sociedad donde cada uno es empresario de sí mismo domina una economía de supervivencia. Esta es diametralmente opuesta a la negación de la economía por parte del Eros y la muerte. El neoliberalismo, con sus desinhibidos impulsos del yo y del rendimiento, es un orden social del que ha desaparecido por completo el Eros. La sociedad positiva, de la que se ha retirado la negatividad de la muerte, es una sociedad de la mera vida, que está dominada tan solo por la preocupación de «asegurar la supervivencia en la discontinuidad». Y esa vida es la de un esclavo. Esta preocupación por la mera vida, por la supervivencia, despoja la vida de toda vivacidad, que representa un fenómeno muy complejo. Lo meramente positivo carece de vida. La negatividad es esencial para la vivacidad: «Por lo tanto algo es viviente, solo cuando contiene en sí la contradicción y justamente es esta fuerza de contener y sostener en sí la contradicción»[40]. Así, la vivacidad se distingue de la vitalidad o capacidad de la mera vida, a la que le falta toda negatividad. El superviviente equivale al no muerto, que está demasiado muerto para vivir y demasiado vivo para morir.

El barco del Holandés errante, cuya tripulación consta de no muertos, según la leyenda, puede leerse en analogía con la actual sociedad del cansancio. El holandés, que «sin fin, sin parada, sin descanso, vuela como una flecha», se parece al actual sujeto agotado y depresivo del rendimiento, cuya libertad se muestra como condena a tener que explotarse eternamente a sí mismo. La producción capitalista carece también de fin. Ya no gira en torno a la vida buena. El holandés es él mismo un no muerto, que no es capaz de vivir ni de morir. Está condenado a viajar eternamente al infierno de lo igual, y añora un apocalipsis que lo redima de este infierno (¡Día del juicio! / ¡Día primero y nuevo! / ¿Cuándo romperás en medio de mi noche? / ¿Cuándo sonará / el golpe exterminador, / con el que saltará en pedazos el mundo?/ Cuando todos los muertos resuciten, / entonces me sumiré en la nada. / ¡Oh, mundos, cesad vuestro curso!). La sociedad de la producción y del rendimiento ciegos (¡Zumba y suena, / buena rueca, / gira, gira sobre ti misma! / ¡Hila, hila mil hilos, / buena rueca, / zumba y suena!), a la que también Senta se ve entregada, carece de Eros y de dicha. El Eros sigue una lógica por completo distinta. La muerte libre y amorosa de Senta está diametralmente opuesta a la economía capitalista de la producción y el rendimiento. Su declaración de amor es una promesa, una forma deductiva; es una declaración absoluta, excelsa, que trasciende la mera adición y acumulación de la economía capitalista. Trae una iluminación, un claro en el tiempo. La fidelidad misma es una forma deductiva, que introduce una eternidad en el tiempo.



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